Un cántico de alabanza quiero cantarte, Padre, un canto de alabanza a tu excelsa majestad. Como cuando íbamos en procesión, alabándote, como cuando era joven y nos reuníamos en tu Iglesia al caer la tarde, aquéllos cantos, adorándote y reconociendo que sólo Tu tienes el poder, solo Tu eres nuestro Salvador, y solo Tu eres digno de toda gloria y del más alto honor.
A Ti se te debe la adoración, tu pueblo santo te proclama su Señor, nuestro Rey Eterno cuyo Imperio reina sobre todo mal y sobre toda obra humana. Tu, solo Tu, eres el dueño de la noche y el día, del pasado y del futuro, Señor del destino, emanador y cuidador de vida.
Todos tus ángeles en los Cielos cantan tu gloria, en la Tierra nosotros, tus siervos, amenazados por la muerte, los peligros y el pecado, adoramos tu Majestad con el sostenimiento de tu Santo Espíritu.
Vigila nuestros pasos, pon luz en nuestros ojos para que un día, reunidos junto a tu Corte Celeste, cantemos ante tu magnánima presencia y hermosa grandeza tus maravillas, tu benevolencia y tus bendiciones, y que, ahora y por siempre, te adoremos y te demos gracias por habernos rescatado de las redes de la perdición. Que nuestro presente, inicio y final, seas siempre Tu, contigo, en Ti y por Ti.
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