Me acuso de querer escuchar Tu voz de silencios y murmullos entre el ruido, entre las especulaciones de mis propios sentimientos, entre mis lamentos y los entretenimientos del dia. Me acuso de decirte que no me escuchas cuando soy yo quien no te escucha, de volver la vista atrás y arrepentirme, de mis dudas y mis miedos.
Me acuso de ser tan sólo una hoja al viento que se mueve al vaivén de los deseos, de esclavizarme mis propias pasiones y temores, de no ser digno ni lo suficiente para Ti.
Pero Tu, Padre, puedes cambiar este cuerpo atormentado por los pecados y la desgana, este vaso de barro que es simplemente un poco de tierra removida, y que mi propio orgullo no me deja ver.
Domina mis sueños y mis dias, atraviesa esta coraza de indiferencia y enséñame tus caminos polvorientos, pobres y angostos. Esa, esa misma senda que nadie sigue.
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