La vigilia de la noche me trae tu recuerdo, y pienso, mi Señor, en poder merecer al menos un poco de tu atención. Por eso clamo y clamo repetidamente mientras afuera avanza la oscuridad; tras los cristales empañados de mi pobre casa la helada de la mañana lo va cubriendo todo en silencio.
Tu mirada, tu voz, solo un roce de tu presencia siento, que me hace desatarme por segundos de este mortal cuerpo, y olvidar mis penas y dolores, todas ellas te las dejo ante Ti, quemándose como una vela, un incienso más en el campo inmenso de incensarios que llena el horizonte ante tus hermosos ojos, rogándote que vengas, que se desvele tu presencia como el rayo, como el sol de mediodía.
Mientras, a tus miles de ojos no se les escapa nada.
Inscríbeme en tu Libro, Señor, que aunque no tenga méritos tu alcanzaste mi perdón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario