Los hijos de Dios reconocen las obras de Dios, y ven su Presencia y su sabia intervención allí donde otros solo ven casualidades. Porque los hijos de este mundo son astutos y sagazes, no temen dar su corazón ni vender su conciencia, pero los Hijos de la Luz portan la Luz y la llevan donde haga falta.
Ningún árbol malo da frutos buenos, y ningún árbol bueno da frutos malos. Sus obras son sus testigos, a escondidas hacen sus fechorías, que quedan en evidencia a la luz del día.
Pero los hijos de Dios caminan siempre con rectitud, su alma es transparente y su corazón, noble. Son los que sirven, no los que mandan. Los reyes están en los palacios y los ricos en mansiones, y los hijos de Dios habitan en casas humildes. Los que trabajan con las manos se llaman artesanos, los que habitan con el Espíritu Santo y son amigos de Cristo, cristianos.
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