Apiádate de nosotros enfermos, las desgracias conviven con nosotros, no sabemos a dónde ir, a quien acudir: nadie nos escucha, nadie nos consuela, nadie nos cura.
Tu, Padre, que tienes el poder eterno, puedes curar nuestros males, destruir nuestras vanalidades, darnos visión, y aprender a sobrellevar la carga. Porque no soy más que mi padre, pecador era, y pecador soy. Solo tu misericordia me ayuda a sobrellevar mi desventura, el castigo de mis dias sin paz, la terrible sentencia del dolor.
Pero Tu, Señor, vendrás a rescatarme. Te he llamado en los caminos, noche y día grito tu nombre, tu oración siempre está en mi boca.
Ven, rescátame, libérame, llévame en tus manos, como antaño, como cuando inocente era, como cuando aún sin llegar a ser niño me proyectabas en tus pensamientos divinos. Me has llamado de la oscuridad del olvido, y he dicho: "aquí estoy, Señor, para cumplir tu voluntad". De la negra noche me llamaste para servirte, y no tengo anhelo más fuerte en mi corazón que adorarte, oh Señor Dios Eterno, Dueño del Tiempo y del Destino.
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