Señor de la historia que escuchas las oraciones de los pobres y afligidos, Señor de los momentos inciertos, que tanto dudamos y tanto perdemos y tanto nos perdonas.
Señor de los momentos, que tienes en tus manos nuestros destinos.
Señor que acoges a los olvidados, los desheredados, a los que nadie quiere. Dios del tiempo y del espacio que ignoras las miradas de los ricos, de los reyes, de los poderosos, que te hace daño a la vista la codicia humana, las limosnas baratas de los gobernantes, y que les das la espalda.
Dios del silencio, Dueño de la Plenitud.
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