Enséñanos a ser humildes, Señor. Tu resistes a los vanidosos, pero amas a los que van a ti con humildad y sencillez. Enséñanos a no vanagloriarnos en nada, Señor, porque todo te lo debemos a Ti. Todavía existen los milagros, y todavía puede amanecer un nuevo día para tus hijos.
Porque tu justicia no es nuestra justicia, porque los malos somos nosotros, por nuestra culpa, solo nuestra culpa, es por la que sufren tantos hermanos, y no por la tuya. Porque solo Tu eres bueno, nosotros soños los injustos, Dios Eterno. Pero cuando se revele tu Reino (y cuando se instaure desterrando lo viejo) todo quedará en evidencia, y nuestras malas obras quedarán en primer plano, no podremos culpar a nadie entonces.
Nuestro duro corazón, nuestra pecaminosa actitud, nuestra falta de vez, es la que ha llevado a la ruina a tantos hermanos. Porque solo Tú nos amas, y nos has amado tanto que has entregado por nosotros a tu único Hijo a la muerte (y una muerte de cruz) para salvarnos.
Desde antiguo hemos sido rebeldes - Señor Dios nuestro-, desde antiguo hemos ido contra Ti. Como tu pueblo en el desierto nos hemos revelado, y como tu pueblo en Israel han ensuciado Tu nombre yéndose tras dioses extraños, dioses nuevos que ni sus antepasados ni sus padrea conocieron. Hoy sigue habiendo la misma actitud, Te encerramos en religiones, en denominaciones, "que si yo luterano, "pues yo ortodoxo", "pues yo católico", haciéndonos una vez más inmerecedores de tu misericordia y yéndonos directos al tormento eterno. Hoy, como ayer, no te escuchamos, perdemos el tiempo en estupideces vanas humanas, en lugar de dedicártelo a Ti, Dios Omnipotente.
Pero cuando Tu vengas, todas estas cosas servirán de verguenza para muchos, porque Tu eres Uno, solo Tu eres el único Dios, y no se te puede encerrar en proclamas, denominaciones, doctrinas o tradiciones y leyendas humanas. Todo eso son cuentos de viejas, ataques del maligno con la intención de dividirnos, porque ni somos de aquí, ni de allá, solo de Cristo, nuestro Señor.
Dios Eterno, haznos ver lo gran vacía que es nuestra vida, haznos recordar que ante Ti no valen títulos ni calificativos, porque solo ves el corazón del hombre. Necesitamos humildad.
Apiádate de nosotros, Padre adorable.
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